En estas imágenes se cuestiona la esencia misma de la fotografía. La apariencia es pictórica, pero no hay lapiceros ni pinceles. No parecen fotografías porque no tienen esa conexión con «la realidad» que se le suele otorgar a una copia fotográfica.
 
Son imágenes creadas sin cámara, interviniendo manual y directamente sobre una «emulsión fotográfica negativa instantánea» bajo la iluminación adecuada al color final que quiero obtener. Esto genera un negativo que debe ser revelado y por transferencia directa desde el negativo obtener el positivo original único en papel. He trabajado en esta técnica de transferencia de color desde el año 2000.
 
Para la exposición se reprodujeron los originales con una cámara digital de alta resolución y posteriormente se imprimieron sobre un papel de acuarela para aumentar la apariencia pictórica. Este trabajo de fusión implica un proceso que va desde la fotografía tradicional más elemental —basada en la antigua técnica de los «fotogramas»— hasta la tecnología digital más avanzada.

 

La Venus de la aceituna
La maja desnuda
Goya en Burdeos
Mix Latino
El salto del ángel
Afrodita negra
Play green
Adonis
Amazona
Baño estival
Desnudo en el río
El monje
Monte de Venus
El sueño del psicoanálisis
El paseante
La familia según Giacometti
EL sueño roto
Lorca y la negra sangre española
Shakespeare Alien
La edad de oro
El peso del trabajo
Mujer afgana
El emigrante
El hombre de Pompeya
Criptograma

Poema de Fernando Beltrán para el catálogo de la exposición

LOS AMOS DE LA LUZ

Tiran la piedra y esconden la mano.

 

Dicen que son artistas.

 

Pero hablemos ahora de otros ángeles.

Tienen las mismas alas, pero distinto vuelo.

 

El vuelo de la roca,

que no está en lo que ves, hay que arrancarlo.

 

El vuelo de la tierra,

que no pisan tus pies, sino las uñas

donde araña la luz, y a veces lágrimas.

 

La flor de la aceituna, piel amarga

y el hueso de morderla hasta sentirte

vivido y por vivir, y abro los ojos

mucho más cuando te amo.

 

Veo entonces colores que no es grato decir.

 

El cuerpo fragmentado de los días.

El cáncer escondido entre la plata.

La inquietante belleza de la sangre.

 

La mirada al revés, y al fondo un ser

reflejado en los otros, vena a vena.

 

De hígado a verdad. De escalofrío a bufanda.

De un demonio vencido a una oración en llamas.

Y a la puerta de todo, y esperándome

un dolor amputado, y sin embargo

nunca escondo su mano.

 

La invisible, la indómita, la rota

la intemperie, la ajena, la manchada.

 

La columna, la vértebra, el silencio

que lo sostiene todo.

 

El sueño del poeta, los desnudos del aire,

el corazón helado de los pájaros,

la foto que moría y aguardaba

otro modo de hacer, tromba y percance.

 

A muñeca torcida, a puño alzado.

 

Ángel de otra manera.

 

Grifo incierto, como el agua de mar,

insaciable en su ser, potable en barca.

 

Y en los remos la fe de los que aun miran

las gaviotas de frente, la hermosura que aúlla

hasta la náusea, y el vuelo que al final

todo lo salva.

 

Inaudito y posible, como piedras

que cogieran tu mano y la lanzaran

contra el cristal más frágil.

 

Esta grieta en la piel, estas heridas,

esta forma de ser y abrir los ojos

mucho más cuando amamos.